Hacía un instante que algo incomodaba a San Pedro. Esa era la sensación que se siente en el estómago cuando algo no anda bien, ignorándose el motivo. Como sabemos, los instantes celestiales equivalen a dos o tres días, y él cavilaba repasando sus pasos y acciones de esos momentos y más se enredaba pues habían sido días corrientes de arribo de los elegidos para gozar del Cielo. Caso muy raro, hasta nuestros amiguitos Epa y Tinito ni se asomaban a saludar a los recién llagados, ¡CASO MUY RARO!. San Pedro paró tan súbitamente su frenético paseo que sus llaves tintinearon de tal forma que el ángel Ayudante Seleccionador acudió presuroso pensando que sería una grave emergencia, y sí que lo era! Un poco más tranquilo pidió a un ángel mensajero que ubicara a ambos angelitos y los trajese con urgencia a su presencia.
Mucho demoró en la diligencia pues estaban en un lugar bastante remoto. Se veían radiantes de felicidad golpeando con el pie una pelota de nubes, enviándola a las manos de un angelito moreno parado bajo un pequeño arcoíris. Al darles el recado abrieron mucho los ojoso, suspiraron y tomados de la mano con el negrito se presentaron ante San Pedro. – Y este ángel, ¿quién es que no lo conozco? Tinito con un hilo de voz le presentó al Pulpo Galáctico - ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? gritó San Pedro. Y ahí salió la verdad pura y clara. Su nombre real era Joao Guscelinho Pereira Dos Santos Augernho, brasileño – el mejor meta del mundo, a quien en cientos de partidos no le pasaron más de media docena de goles y de ahí su nombre futbolero. El día que llegó al Cielo ellos estaban cerca, lo reconocieron y conversando y conversando le habían entrado inadvertidamente y desde entonces andaban jugando sin notar cómo había pasado el tiempo.
Esta falta era grave y como ese día había consejo de Santos, allá llegó San Pedro con los traviesos. El Pulpo Galáctico no tenía culpa, así que se quedó en la portería charlando de fútbol.
Una vez expuesta la nueva trastada de los angelitos, los santos estuvieron de acuerdo que merecían una severa sanción; ponerles de cabeza en una nube había demostrado no ser efectivo pues se habían dedicado a inventar bailes. Alguien sugirió retirarles la aureola pero San Isidro Labrador dio una mejor idea al recordar que en la tierra cuando una gallina acostumbra a volarse del gallinero se le recortan algunas plumas del ala para desestabilizarlas haciéndolas caer. Rápidamente se les despojó de una buena cantidad de plumas y se les mandó irse.
Ellos pensaron que había sido sencilla la sanción y trataron de alejarse volando y ahí fue el ridículo celestial. Tinito caía de bruces o de espalda y Epa volaba en círculos o de cabeza y así hubieron de resignarse a permanecer muy sentaditos, mirando como el resto de sus compañeros disfrutaba lanzando pelotazos al Pulpo Galáctico quien quedó definitivamente en el cielo lego de regularizar su entrada en el libro de oro de San Pedro, quien dichoso había olvidado esa incómoda sensación de desorden en su armoniosa portería.
Y colorín colorado…
2 comentarios:
Qué simpática la idea del Pulpo Galáctico y todos sus brazos para estar de arquero. Me gustó mucho su cuento
Kinshasa, 4 octubre 2010
Madame,
Merci beaucoup, por haber escrito ese cuento pensando en Africa.
Pido a nuestros ángeles que os protejan a toda la familia.
Atentamente
Joseph Kabamba
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