miércoles, 8 de agosto de 2012

Don Rafael Ruiz, un cura de mi pueblo


Carroza funeraria de Villa Alegre. La han usado todos lo smuertos del pueblo por generaciones.


Don Rafael Ruiz, cura párroco de Villa Alegre, fue quien bendijo mi matrimonio y bautizó a varios de mis hijos.  La parroquia estaba en bastante decadencia espiritual luego de la atención del cura que organizó el CongresoEucarístico y que no se caracterizaba por ser demasiado apegado a las normas de su misión.  

Contaba el señor Ruiz que, recién ordenado, había sido destinado a una antigua parroquia de campo situada en la Ruta de los Jesuitas donde se mantenían diversas tradiciones religiosas ya obsoletas.

Cierto día los deudos llegaron a contratar el funeral de un principal del pueblo y le pidieron encarecidamente que debía ser 'con encuentre y con endilgue’. 

Confundido, seguramente que buscó en sus libros que ceremonia podría ser aquella y no encontró dato alguno, entonces humildemente decidió pedirle informes al sacristán que al parecer veía con bastante superioridad a este curita recién emplumado y contestó ‘¿cómo no va a saber su mercé lo que’s encuentre y endilgue?  Usté tiene que salir con los paramentos a encontrar al muerto y luego de la misa endilgarlo hasta que llegue al cementerio.

Entre las obras del señor Ruiz se recuerda que levantó el nivel de piedad de sus feligreses; logró formar un hermoso coro de niñas, entre las que destacaba especialmente una chica que, pese a que nació antes de tiempo, hoy tal vez podría ser tan buena o mejor que Verónica Villarroel, cantante lírica chilena.

"Cola de mono" fracasado


También se le llama "ponche en leche"


Cierta navidad mi papá decidió que había que festejar con cola de mono, especie de ronpón con café, vainilla, azúcar, leche y aguardiente.

Como las vacas de nuestra propiedad pastaban lejos de donde vivíamos y el mozo no era un prodigio de agilidad, entre arrearlas, amarrarlas, apartar el ternero, ordeñarlas y acarrear los lecheros hasta el pueblo en pleno calor de diciembre en este lado del mundo, presentaba bastante riesgo sanitario pues se "cortaba" (agriaba) fácilmente y ese día pasó como no había sucedido hacía mucho tiempo.

Estábamos almorzando en el comedor de verano que se instalaba bajo la inmensa higuera que había en el patio, cuando llega una empleada muerta de la risa parándose con las piernas cruzadas una sobre la otra mientras se afirmaba en el tronco del árbol y con voz fuerte y clara anunciaba:  _Ssssseee le jodioooo el ponshe en lessssheeeee.  Se le había avinagrado la leche y por propia iniciativa ella se tomó el aguardiente.

En beneficio de la paz navideña no se trae a cuento la furia de Olito, mi padre.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Congreso Eucarístico en mi Pueblo


Congreso Eucarístico
Irma Rodríguez Nuss
Octubre 2011

In illo tempore, a raíz del gran congreso eucarístico de más o menos los años 40 ó 41, por la época en que murió don Pedro Aguirre Cerda, hubo una verdadera fiebre congresal, así es que el párroco decidió que nuestro pueblo no tenía por qué ser menos que Talca o Linares y organizó el de Villa Alegre.

Como primera medida, se citó a los notables, en general de escasa asistencia a misa, pero bien dispuestos a colaborar con medios que contribuyeran a conseguir un espacio celestial cuando arribaran donde san Pedro. De la lechería de los Noguera, llegaron quesos, mantequilla y leche, por supuesto don Pepe Diéguez aseguró el pan y el ex-alcalde Serafín Gutiérrez ofreció casa y atención para obispos y sacerdotes. El vino no era problema, asi es que con las necesidades del cuerpo solucionadas, se podía empezar a pensar en las del espíritu.

Se hicieron diversas comisiones cuyas presidencias exigieron un delicado equilibrio en la importancia de los candidatos, exigiendo al Párroco acudir a toda la diplomacia vaticana para evitar un temprano aborto de la convocatoria.

Mamá desempolvó su pergamino de concertista y le fue adjudicado sin oponentes el honor de sacar las melodías que pudiese de un vetusto armonio que de acuerdo a sus venerables años padecía de renguera, tablas sueltas, ahogos, flatulencias y un asma incontrolable.

Para engalanar los arcos de bienvenida, las palmeras pagaron su tributo quedando como plumero viejo.

Notable era la oposición formada por el boticario ateo, un socialista declaradamente agnóstico y un empleado público radical y masón, de cuyas casas siempre salía olor a azufre y más de una vez se había visto la sombra de un macho cabrio, según aseguraba doña Emeteria, hábil rezadora, impagable en velorios de angelitos* o adultos. Estos avistamientos eran puestos en duda por muchachones, nietos de Judas, quienes juraban que se producían al regreso de los mejores velorios donde se le prodigaba la atención debida a su garganta pra que no fallara en las encomendaciones.

Los herejes vaticinaban un estrepitoso fracaso, mas, para su vergüenza, todo fue resultando muy bien; las viejas rezadoras se lucieron con las antiguas plegarias y peticiones; las procesiones mantuvieron un orden encomiable ya que se acató la orden “de una sola caña” para entonar el cuerpo.  Se presentaron varias ideas para mantener las buenas costumbres. Mi hermana Sylvia se lució con una moción que sugería que las jóvenes católicas debían actuar en sociedad ejemplificando con su buen juicio y piedad, idea que no todos aprobaron pues eran de opinión de que las niñas solteras debían ser de su casa sin distracciones mundanas que podían inducirlas al pecado.

Para la misa de clausura se había comprometido la asistencia del obispo de Talca, monseñor, Manuel Larraín Errázuriz, de abolengo, cultura e inteligencia extraordinarias. Ignoro si era incapaz de apreciar la buena voluntad, o por último la situaciones jocosas, pero recuerdo a mamá de lo más inspirada tocando, entre jadeos y estertores del armonio, el adagio del Claro de Luna, cuando el obispo imperiosamente le dijo: _¡Pare! Es que la música era profana y él lo sabía.... ¿Se revolcará en su tumba don Manuel oyendo el tamboreo y huifa actuales?

Pasó el congreso, las pocas viejas que iban a misa diaria lo siguieron haciendo, al igual que los que no íbamos nunca; el arpa, momentáneamente desterrada del salón del cura volvió a su mundano rincón; las hojas de palma tuvieron una última y feliz actuación al barrer las calles del pueblo por los borrachos que había caído presos y se les sometía al escarnio público.

Y en su debido momento, cuando les llegó su hora, el masón, el boticario y el socialista llamaron al párroco y se fueron confesados, con el escapulario en el pecho, como debe ser, y luego del velorio de sus casas doña Emeteria vió huir un enorme y misterioso perro negro.....

Día de Perdices


Cuadro de Miguel Sosa

Día de perdices.
A mi hermana Quecha, con cariño.

Cumplir el antojo de comer las exquisitas perdices “a la española” que preparaba nuestra madre era motivo de diversos ritos y no pocos gritos.

Ni bien inaugurada la temporada de caza, el macho proveedor sacaba de su hermosa caja de suela la exclusiva escopeta de doble cañón de Saint Etienne, Francia, además de un pringoso maletín de reno donde se guardaban mechas, cepillos atornillables, baquetas y aceite. Parecía karma del piano de mamá de ser el único lugar adecuado para poner el famoso maletín con el consiguiente soponcio y furia de la fémina custodia del hogar.

Luego de limpiar y aceitar debidamente el arma se procedía a preparar los cartuchos que eran fabricados por nuestro padre -con la espectante cooperación nuestra- con  grueso cartón rojo con base de bronce donde iba el fulminante. La pólvora venía envasada en unas llamativas botellas de lata color rojo y que de acuerdo a la idílica inocencia de esa época prácticamente eran de libre venta pues sólo había que firmar en un libro consignando su destino. Se la medía, al igual que las municiones, con una especie de dedal y se apretaba el tapón con una prensita especial. Con la debida pompa y respeto se colocaban los tiros en una canana de suela que en su sagrado momento el Tartarín de Tarascón cruzaría sobre su pecho, adquiriendo una prestancia digna de figurar en el panteón de los íconos de la Revolución Mexicana.

Es sabido que bajo ninguna circunstancia se debe descuidar el cuerpo y , para no pasar necesidades, un gentil morral ofrecía sus sevicios: pollo fiambre, huevos duros, charqui y aceitunas se codeaban con un par de botellones por si daba sed.

Con la lógica de esa época, ningún caballero hubiese pensado en cargar un morral, por más prometedor que fuese, así es que debía acompañarse de un espolique bien dispuesto a quien la salida le significaba ganarse el día aliviadamente, compartiendo vituallas y algún poco de vino ya que se cuidaba mucho la temperancia del sirviente.

El día anterior se amarraba al perro perdiguero que generalmente andaba enamorado y sin remordimiento hacía total abandono de sus deberes. Y así, con todos los frentes cubiertos, al rayar el sol, partían los monteros.

Como a las cinco de la tarde regresaban con las perdices en el morral, las viandas desaparecidas y con el vino trasegado, iniciándose el capítulo casero.

Se destripaba a las aves dejándolas colgadas de las patas en la despensa, por un par de días. Luego se pelaban y las plumas más finas iban a parar a una barrica destinada a juntarlas para un hipotético y nonato plumón.

Cuando mamá entraba a la cocina, comenzaban los tiritones de las empleadas pues generalmente ella se limitaba a disponer el menú diario metiéndose con ollas y peroles únicamente para cocinar platos finos, no recuerdo cazuelas o porotos salidos de su mano. Cuando llegaron las vacas famélicas (las flacas hubieran sido de exposición), ayudaba a Julia la borrachina empleada de antología, a ser unas exquisitas empanadas porque salían muy económicas para atender a hijos y nietos.

Volviendo a las perdices, se aliñaban y se picaban cebollas, zanahorias y pimiento morrón, dejándose en adobo hasta el día siguiente. Muy temprano se ponían en un rincón de la cocina a leña para que hirviesen muy lentamente a fin que el aceite impregnara bien la pechuga que es muy seca.

Mamá, con las velas desplegadas, daba periódicas vueltas a revisar el cumplimiento de sus órdenes, y ¡guay! si la olla estaba dando un borbollón más entusiasta de lo permitido, ese crimen de lesa majestad de permitir que una olla “hirviese a todo galope” ameritaba una andanada de cañonazos verbales que hubiesen dominado una batalla.

Al día sigueinte, reposadas y frías se servía las aves en cuidadoso reparto, procurando que todos tocásemos un trozo de pechuga, la que generalmente traía de sorpresa una munición que ponía a prueba la calidad y firmeza de diantes y muelas.

Y ahí estaba el epílogo de tanta labor, uan mesa bien dispuesta, el pater familiae con una porción mayor, cumplido su rol ancestral de macho proveedor, la madre cuidando de la prole y el perro feliz con su comida de huesitos tiernos asegurada.


Irma Rodríguez Nuss
Villa Alegre, primavera de 2011

viernes, 25 de marzo de 2011

Sacando pica. Fiesta de san Francisco en Huerta del Maule 2010

Hola-hola. Aquí se reporta la ciberbisabuela luego de la expedición-romería a San Francisco de la Huerta de Maule. Al único que le duró el entusiasmo despertado hace un año fue a René que se programó dejando un par de días libres. 

Partimos en una micro a San Javier y ahí nos encaramamos en un vetusto dinosaurio que nos llevó ronroneando por cuestas y cerros.

El terremoto de 2010 agotó en forma despiadada a esa zona. Por acá las murallas cayeron hacia afuera pero allá se hundieron los techos disparando tejas y muros hacia el interior. Este tipo de daño permite ver la antigua manera de construir. Los tejados estaban apoyados en zarandas de coligüe y las murallas que no eran de adobe de soga eran de tabique de ramas entretejidas y rellenas con paja y barro. Este tipo de trabajo debe ser del tiempo de los españoles pues en Costa Rica vi unas casas viejas que mostraban sus costillas del mismo tipo. Quecha me informó que este tipo de construcción se llama bahareque.

La pena más grande es que con eta catástrofe, estos pueblos –reliquias que pierden su fisonomía y espíritu pues no hay medios –ni interés- en reconstruirlos manteniendo su estilo, y desgraciadamente veremos proliferar las casucas adocenadas del subsidio y las ventanas de aluminio en las de los “ricos” del pueblo.

Bueno – a lo nuestro- llegamos al final de la misa oficiada por nuestro gigantesco obispo, con el que no hay por donde perderse. Luego empezó la procesión con las cantoras llevadas en un furgón con altavoces. Son bastante mayores pero cantan con ganas con voces muy atipladas. Ya había comentado que son canciones antiguas especialmente dedicadas al santo, con mención a la Huerta y su gente. 

Lo impagable es el desfile de huasos ¡qué belleza! ¡qué apostura de hombres! si bien no corresponde a cánones estéticos establecidos, su presencia y galanura les hace bellos. Todos con sus mejores galas, el pelaje de sus caballos serviría para réclame de champú, la tusa recién cortada y la cola desenredada y peinada, y sus aperos, vesturario y chamantos son un goce para los ojos y el espíritu.

Entre tanto caballo andaba una linda mula mulata aparejada con un par de barrilitos, pensé que eran para invocar la bendición, del santo para los viñedos, pero estaba dedicada a menesteres absolutamente terrenos, era la provisión de chicha para las autoridades. 

También iba un señor bastante mayor franqueado por dos lindas muchachas (con tipo de nietas, nada pecaminoso) en un muy bien conservado coche liviano tirado por un caballo de color blanco, perfecto. Previsoramente tenía un par de damajuanas de chicha que repartía generoso en unos cachitos como de 10 cm y que por supuesto el tenía que hacer el brindis con otro cachito no tan mínimo.

“La autoridás” había decidido prohibir el paso al galope para “el homenaje” por la precariedad de los muros que aun se mantienen en pie y el golpe de los cascos de tanto caballo podría provocar derrumbes. Primero pasaron muy modositos al tranco y como de costumbre se descubrían al pasar frente a la imagen, llevando sus sombreros al pecho. En esto diviso un tumulto por mediados de la plaza y le dije a René, no me digas que ya empezaron a topear, actividad usual cuanto los tragos llegan bajo el sombrero. Nada de eso, sino que arranca un muchachón a uña de caballo entre los gritos de aliento de la gente a quien defraudaba el incumplimiento de ese ceremonial y de atrás  le siguen todos a lo que da la rienda, disparando tierra, pedruscos y bostas para todos lados. Imaginen una carrera tendida entre por lo menos 300 jinetes. Cuando iban tras el santo, los conté y eran más de 400.
Es un espectáculo único y es un privilegio asistir.

Especial mención para la chochera de los papás –vieran la preciosidad de mini huasos- hasta con perneras con flecos! Recordaba a mi hermano Patricio a quien mi padre le hizo confeccionar un perfecto equipo.

No sé si será patriotismo barato o blandura senescente pero no puedo dejar de sentir orgullo cuando veo a los carabineros. Para la fiesta envían refuerzos de otras comisarías y pese a que los dueños de casa son fácilmente identificables por su rosadito de bon vivant, su silueta con más tendencia a la curva que a la recta, todos igualados en el esmero de su presentación personal y actitud deferente. Mayor placer es saber que por estos lados aun actúan por presencia pues se les respeta.

Luego de tanto goce estético y espiritual, había que atender las demandas del cuerpo y salimos a ventear un lugar autóctono que diese garantías de carnes de inocentes lechones y no de carneros que hubiesen andado tras las ovejas con inconfesables intenciones como podría suceder en las ramadas oficiales atendidas por concesionarios profesionales. No falló el olfato, en el patio de una casa, en una inmensa parrilla, rechinaban suculentos trozos de lechón y vacuno para recreo de vista, olfato y paladar.

Resumiendo: asado con ensalada, pan, pebre y una botella de tinto del lugar (no hay que descuidar los flavonoides) $4.000 c/u más $1.000 de propina con que nos granjeamos la emocionada gratitud de Rosita quien nos atendió, quedando conquistada para este otro año si Dios no dispone otra cosa para mí.

Ha sido una hermosa jornada, de costo mínimo ($2.200 en pasajes por c/u), feliz de haberla disfrutado y lamentando no compartirla con más familiares. Regresamos a muy buena hora trayendo hermosos recuerdos perfumados con un leve airecillo de bosta de caballo.

Y así La Huerta de Maule vuelve a su colonial siesta para despertar el 4-X del año próximo donde volverá a lucir tal como lo hace desde más de 150 años.

Unidad Popular II, desabastecimiento de artículos básicos

A poco correr empezaron los problemas gordos, se requisaron fábrica e industrias, se conoció el desabastecimiento, las colas y la exaltación de gentuza que se veía y sentía con poderes absolutos. Pretendieron sectorizar a la gente, por barrios y manzanas para controlarlas con los víveres, ponían a delegados a su cargo y como las siglas eran JAP (Junta de Abastecimiento Popular), se les decía japientos o japuchentos. El delegado de la manzana nuestra era un conocido y me dio una cartilla de racionamiento por tres kilos de pan, como les dijera que yo no compraba tanto, me dijo “no importa porque pues cuando no haya para esa cantidad, usted tendrá seguro lo necesario”

Se compraba lo que se pillaba, dándose el absurdo de acaparar menestras en cantidades que jamás se habían comprado en tiempos normales. A Iván no le gustaba el arroz así es que a lo sumo gastaría un par de kilos al mes; al final de la pesadilla upeste tenía un saco de ¡80 kilos! El trueque era corriente y quien tuviese artículos de primera necesidad, tenía asegurado su bienestar.

Muy problemático era criar niños; toda la parentela se dedicaba a juntar leche y alimentos para mi hija mayor que tenía recién nacido a B. Los pañales era otra historia, habían intervenido la textil Viña que eran los únicos fabricantes de pañales de gasa y las fábricas de Hirmas o Yarur ya no funcionaban para fabricar lienzo. Como se pasaban en reunión de comité planificando la “nueva economía del pueblo”, este se sentía gerente dueño de la fábrica y no tenía para qué trabajar.

La gente hacía colas frente a las panaderías o almacenes durante toda  la noche. Llegaban varios integrantes de una familia para asegurarse el abastecimiento y lo que les sobraba, lo trocaban o vendían. Había "profesionales de las colas" delimitando espacios con una vara  larga que ocupaba varios lugares en las filas que luego vendían a quien no quisiese o pudiese hacer la cola. 

Como es muy del espíritu del chileno, luego se establecía una alegre complicidad y brotaban la puyas contra los “termocéfalos” (así se les decía) que nos gobernaban. Cuando mi marido iba a ver a mi hija, llevaba de regalo…. ¡una maleta con pan!

Había momentos de jolgorio y muchos de franco y amargo heroísmo. No puedo dejar de recordar la llegada a protestar de los mineros a la Alameda. Era un día de lluvia y ahí se venían esos hombres recios y machotes en el mejor sentido, caminando desde Rancagua, arriesgando vida, salud y trabajo, tratando de hacer entender al borrachín que era el Presidente Allende, que el pueble no estaba con su camarilla. Al desoír al chileno auténtico, Allende empezó a caminar hacia su fin.

Un día al amanecer estaba en la cola del pan (pese a la tarjeta JAP había que hacerla) y pasó un camión que llevaba tres o cuatro hombres de pasajeros y empiezan a gritar ¿no les gustó votar por Allende, viejas de mierda? Ahora aguanten! Y en esto quedan en pana y sale la poblada de mujeres a cobrarles el insulto. Ni supieron como saltaron del camión sacándolo en volandas; para su fortuna, la calle tenia un fuerte desnivel así es que luego tomó velocidad y desapareció del alcance de las furiosas damas.

Más o menos el 20 de agosto hubo un mitin de mujeres frente a la Universidad Católica y fuimos las cuatro de la casa, bien armadas por si acaso, una de las niñas llevaba un cable de centralilla telefónica terminado en una clavija de acero y en mi cartera llevaba un ladrillo. Quedamos convenidas que en caso de “guanaqueo” (carros lanza-aguas) arrancaríamos a la casa de unos parientes cercanos del lugar. Con pena recuerdo que un grito de guerra era “Allende, proceda, imite a Balmaceda”. Lejos estábamos de suponer que al mes siguiente sería una triste realidad.

Cuando íbamos a la reunión, una señora anciana y muy modesta preguntó al chofer si pasaba por la Católica y cuando se sentó, unos muchachones empezaron a decir en alta voz que iban a darle la fleta a todas las viejas de la reunión; entonces, la Sra., con una dignidad impensada, se volvió a ellos y les dijo:”Sí, usted me puede pegar porque es hombre y yo soy vieja, pero cuando lo haga, piense que otro le pega a su abuelita que le daba pancito y le enseñó a rezar”. Ahí mismo tuvieron la decencia de bajarse.

En ese tiempo lo que iba a ser el metro era un canal abierto donde no se avanzó ni medio cm en los tres años, pero era el proveedor de piedras para las marchas de protestasy los tubos servían de refugio en la rupestre batalla.

Cuando había mucho lío, iba a buscar a mi hijo menor al colegio, y nos veníamos a pie, lejos de la Alameda para evitar los gases que no dejaban ver n i menos respirar y ni siquiera en la noche se podía estar tranquila pues no faltaba el “compañero” (así se nombraban entre ellos) que diera noticias de su existencia haciendo gárgaras con el juguetito con gatillo repartido con generosidad. 

Una señora en Talcahuano que se “consiguió”, pues las cosas no se compraban, se conseguían a cambio de otras, un saco de azúcar cubana, se llevó el susto de su vida con la yapita que venía en su interior… un AK no sé cuánto.

Allende fue alejado de la realidad por la camarilla comunista, ellos gobernaban y se limitaban a asegurar que el descontento popular era orquestado por la ITT y la CIA. No puedo saber cuánto bebía, pero yo lo vi en una cadena nacional de TV sentado arriba del escritorio de la presidencia columpiando los pies tartajeando un “compañeros” con trabazón de mandíbulas propia del borracho ¡y soy experta en medidas de etilismo! Lo vi yo y por eso lo cuento.

Fuera de los comunistas, ayudaban a su aislamiento los GAP (Grupo de Amigos Personales), grupo paramilitar que le custodiaba y andaban armados de metralletas en unos autos FIAT azules. La única vez que le divisé, casi me atropellan por salir a toda velocidad del garaje, frente a Morandé 80.

Todos estábamos hasta la coronilla con el desorden, el abuso, el mercado negro y la incertidumbre del futuro, con amenazas de una reforma extraña en la educación que desde el nombre prometía días peores “ENU” (Escuela Nacional Unificada). Asesinaron, entre otros, a un cadete de la Escuela Militar por andar de uniforme, fue un mexicano rápidamente expulsado a su país. Héctor Lacrampettre Calderón era el nombre del cadete, a quien, fuera de su familia, probablemente nadie recuerde.

Fue un tiempo duro y amargo, de un costo humano terrible, con héroes y villanos, el cual, un 80% de las personas deseaba que terminara y recibió con júbilo el 11 de septiembre y quien diga lo contrario es un canalla mentiroso.

La Unidad Popular I, comienzan los problemas

Unidad Popular, así se llamó el conglomerado gobiernista, integrado por comunistas, socialistas y radicales.

Una vez que salió Salvador Allende de presidente, los más informados y con medios, se fueron del país, permitiendo a quienes tenían dinero hacer la pesca milagrosa de grandes propiedades y diversos bienes liquidados a vil precio. Con pena recuerdo que el español don Blas, donde compraba el pan, me ofreció una propiedad en la parte norte de Maitencillo en Eº50.000, lo que luego equivaldría a $5.000, oferta que perdimos por la cautela de mi marido.

Para el cambio de mando hubo grandes festejos como de costumbre. De países comunistas mandaron delegaciones y nunca olvidaré el shock que tuve y el escalofrío premonitorio que sentí ese día al ver parado en la escalinata de la Biblioteca Nacional a un barbón en uniforme verde oliva, con boina y metralleta al brazo, artefacto este que infortunadamente se ha convertido en parte del paisaje urbano pero que en ese tiempo era símbolo de circunstancias terribles así es que no se veían corrientemente… hasta entonces. No soy dada a adjudicarme premoniciones pero cuando lo vi pensé ¿qué nos irá a pasar ahora? Y abracé a mis hijos menores con quienes andaba y eran niñitos.