viernes, 25 de marzo de 2011

Sacando pica. Fiesta de san Francisco en Huerta del Maule 2010

Hola-hola. Aquí se reporta la ciberbisabuela luego de la expedición-romería a San Francisco de la Huerta de Maule. Al único que le duró el entusiasmo despertado hace un año fue a René que se programó dejando un par de días libres. 

Partimos en una micro a San Javier y ahí nos encaramamos en un vetusto dinosaurio que nos llevó ronroneando por cuestas y cerros.

El terremoto de 2010 agotó en forma despiadada a esa zona. Por acá las murallas cayeron hacia afuera pero allá se hundieron los techos disparando tejas y muros hacia el interior. Este tipo de daño permite ver la antigua manera de construir. Los tejados estaban apoyados en zarandas de coligüe y las murallas que no eran de adobe de soga eran de tabique de ramas entretejidas y rellenas con paja y barro. Este tipo de trabajo debe ser del tiempo de los españoles pues en Costa Rica vi unas casas viejas que mostraban sus costillas del mismo tipo. Quecha me informó que este tipo de construcción se llama bahareque.

La pena más grande es que con eta catástrofe, estos pueblos –reliquias que pierden su fisonomía y espíritu pues no hay medios –ni interés- en reconstruirlos manteniendo su estilo, y desgraciadamente veremos proliferar las casucas adocenadas del subsidio y las ventanas de aluminio en las de los “ricos” del pueblo.

Bueno – a lo nuestro- llegamos al final de la misa oficiada por nuestro gigantesco obispo, con el que no hay por donde perderse. Luego empezó la procesión con las cantoras llevadas en un furgón con altavoces. Son bastante mayores pero cantan con ganas con voces muy atipladas. Ya había comentado que son canciones antiguas especialmente dedicadas al santo, con mención a la Huerta y su gente. 

Lo impagable es el desfile de huasos ¡qué belleza! ¡qué apostura de hombres! si bien no corresponde a cánones estéticos establecidos, su presencia y galanura les hace bellos. Todos con sus mejores galas, el pelaje de sus caballos serviría para réclame de champú, la tusa recién cortada y la cola desenredada y peinada, y sus aperos, vesturario y chamantos son un goce para los ojos y el espíritu.

Entre tanto caballo andaba una linda mula mulata aparejada con un par de barrilitos, pensé que eran para invocar la bendición, del santo para los viñedos, pero estaba dedicada a menesteres absolutamente terrenos, era la provisión de chicha para las autoridades. 

También iba un señor bastante mayor franqueado por dos lindas muchachas (con tipo de nietas, nada pecaminoso) en un muy bien conservado coche liviano tirado por un caballo de color blanco, perfecto. Previsoramente tenía un par de damajuanas de chicha que repartía generoso en unos cachitos como de 10 cm y que por supuesto el tenía que hacer el brindis con otro cachito no tan mínimo.

“La autoridás” había decidido prohibir el paso al galope para “el homenaje” por la precariedad de los muros que aun se mantienen en pie y el golpe de los cascos de tanto caballo podría provocar derrumbes. Primero pasaron muy modositos al tranco y como de costumbre se descubrían al pasar frente a la imagen, llevando sus sombreros al pecho. En esto diviso un tumulto por mediados de la plaza y le dije a René, no me digas que ya empezaron a topear, actividad usual cuanto los tragos llegan bajo el sombrero. Nada de eso, sino que arranca un muchachón a uña de caballo entre los gritos de aliento de la gente a quien defraudaba el incumplimiento de ese ceremonial y de atrás  le siguen todos a lo que da la rienda, disparando tierra, pedruscos y bostas para todos lados. Imaginen una carrera tendida entre por lo menos 300 jinetes. Cuando iban tras el santo, los conté y eran más de 400.
Es un espectáculo único y es un privilegio asistir.

Especial mención para la chochera de los papás –vieran la preciosidad de mini huasos- hasta con perneras con flecos! Recordaba a mi hermano Patricio a quien mi padre le hizo confeccionar un perfecto equipo.

No sé si será patriotismo barato o blandura senescente pero no puedo dejar de sentir orgullo cuando veo a los carabineros. Para la fiesta envían refuerzos de otras comisarías y pese a que los dueños de casa son fácilmente identificables por su rosadito de bon vivant, su silueta con más tendencia a la curva que a la recta, todos igualados en el esmero de su presentación personal y actitud deferente. Mayor placer es saber que por estos lados aun actúan por presencia pues se les respeta.

Luego de tanto goce estético y espiritual, había que atender las demandas del cuerpo y salimos a ventear un lugar autóctono que diese garantías de carnes de inocentes lechones y no de carneros que hubiesen andado tras las ovejas con inconfesables intenciones como podría suceder en las ramadas oficiales atendidas por concesionarios profesionales. No falló el olfato, en el patio de una casa, en una inmensa parrilla, rechinaban suculentos trozos de lechón y vacuno para recreo de vista, olfato y paladar.

Resumiendo: asado con ensalada, pan, pebre y una botella de tinto del lugar (no hay que descuidar los flavonoides) $4.000 c/u más $1.000 de propina con que nos granjeamos la emocionada gratitud de Rosita quien nos atendió, quedando conquistada para este otro año si Dios no dispone otra cosa para mí.

Ha sido una hermosa jornada, de costo mínimo ($2.200 en pasajes por c/u), feliz de haberla disfrutado y lamentando no compartirla con más familiares. Regresamos a muy buena hora trayendo hermosos recuerdos perfumados con un leve airecillo de bosta de caballo.

Y así La Huerta de Maule vuelve a su colonial siesta para despertar el 4-X del año próximo donde volverá a lucir tal como lo hace desde más de 150 años.

Unidad Popular II, desabastecimiento de artículos básicos

A poco correr empezaron los problemas gordos, se requisaron fábrica e industrias, se conoció el desabastecimiento, las colas y la exaltación de gentuza que se veía y sentía con poderes absolutos. Pretendieron sectorizar a la gente, por barrios y manzanas para controlarlas con los víveres, ponían a delegados a su cargo y como las siglas eran JAP (Junta de Abastecimiento Popular), se les decía japientos o japuchentos. El delegado de la manzana nuestra era un conocido y me dio una cartilla de racionamiento por tres kilos de pan, como les dijera que yo no compraba tanto, me dijo “no importa porque pues cuando no haya para esa cantidad, usted tendrá seguro lo necesario”

Se compraba lo que se pillaba, dándose el absurdo de acaparar menestras en cantidades que jamás se habían comprado en tiempos normales. A Iván no le gustaba el arroz así es que a lo sumo gastaría un par de kilos al mes; al final de la pesadilla upeste tenía un saco de ¡80 kilos! El trueque era corriente y quien tuviese artículos de primera necesidad, tenía asegurado su bienestar.

Muy problemático era criar niños; toda la parentela se dedicaba a juntar leche y alimentos para mi hija mayor que tenía recién nacido a B. Los pañales era otra historia, habían intervenido la textil Viña que eran los únicos fabricantes de pañales de gasa y las fábricas de Hirmas o Yarur ya no funcionaban para fabricar lienzo. Como se pasaban en reunión de comité planificando la “nueva economía del pueblo”, este se sentía gerente dueño de la fábrica y no tenía para qué trabajar.

La gente hacía colas frente a las panaderías o almacenes durante toda  la noche. Llegaban varios integrantes de una familia para asegurarse el abastecimiento y lo que les sobraba, lo trocaban o vendían. Había "profesionales de las colas" delimitando espacios con una vara  larga que ocupaba varios lugares en las filas que luego vendían a quien no quisiese o pudiese hacer la cola. 

Como es muy del espíritu del chileno, luego se establecía una alegre complicidad y brotaban la puyas contra los “termocéfalos” (así se les decía) que nos gobernaban. Cuando mi marido iba a ver a mi hija, llevaba de regalo…. ¡una maleta con pan!

Había momentos de jolgorio y muchos de franco y amargo heroísmo. No puedo dejar de recordar la llegada a protestar de los mineros a la Alameda. Era un día de lluvia y ahí se venían esos hombres recios y machotes en el mejor sentido, caminando desde Rancagua, arriesgando vida, salud y trabajo, tratando de hacer entender al borrachín que era el Presidente Allende, que el pueble no estaba con su camarilla. Al desoír al chileno auténtico, Allende empezó a caminar hacia su fin.

Un día al amanecer estaba en la cola del pan (pese a la tarjeta JAP había que hacerla) y pasó un camión que llevaba tres o cuatro hombres de pasajeros y empiezan a gritar ¿no les gustó votar por Allende, viejas de mierda? Ahora aguanten! Y en esto quedan en pana y sale la poblada de mujeres a cobrarles el insulto. Ni supieron como saltaron del camión sacándolo en volandas; para su fortuna, la calle tenia un fuerte desnivel así es que luego tomó velocidad y desapareció del alcance de las furiosas damas.

Más o menos el 20 de agosto hubo un mitin de mujeres frente a la Universidad Católica y fuimos las cuatro de la casa, bien armadas por si acaso, una de las niñas llevaba un cable de centralilla telefónica terminado en una clavija de acero y en mi cartera llevaba un ladrillo. Quedamos convenidas que en caso de “guanaqueo” (carros lanza-aguas) arrancaríamos a la casa de unos parientes cercanos del lugar. Con pena recuerdo que un grito de guerra era “Allende, proceda, imite a Balmaceda”. Lejos estábamos de suponer que al mes siguiente sería una triste realidad.

Cuando íbamos a la reunión, una señora anciana y muy modesta preguntó al chofer si pasaba por la Católica y cuando se sentó, unos muchachones empezaron a decir en alta voz que iban a darle la fleta a todas las viejas de la reunión; entonces, la Sra., con una dignidad impensada, se volvió a ellos y les dijo:”Sí, usted me puede pegar porque es hombre y yo soy vieja, pero cuando lo haga, piense que otro le pega a su abuelita que le daba pancito y le enseñó a rezar”. Ahí mismo tuvieron la decencia de bajarse.

En ese tiempo lo que iba a ser el metro era un canal abierto donde no se avanzó ni medio cm en los tres años, pero era el proveedor de piedras para las marchas de protestasy los tubos servían de refugio en la rupestre batalla.

Cuando había mucho lío, iba a buscar a mi hijo menor al colegio, y nos veníamos a pie, lejos de la Alameda para evitar los gases que no dejaban ver n i menos respirar y ni siquiera en la noche se podía estar tranquila pues no faltaba el “compañero” (así se nombraban entre ellos) que diera noticias de su existencia haciendo gárgaras con el juguetito con gatillo repartido con generosidad. 

Una señora en Talcahuano que se “consiguió”, pues las cosas no se compraban, se conseguían a cambio de otras, un saco de azúcar cubana, se llevó el susto de su vida con la yapita que venía en su interior… un AK no sé cuánto.

Allende fue alejado de la realidad por la camarilla comunista, ellos gobernaban y se limitaban a asegurar que el descontento popular era orquestado por la ITT y la CIA. No puedo saber cuánto bebía, pero yo lo vi en una cadena nacional de TV sentado arriba del escritorio de la presidencia columpiando los pies tartajeando un “compañeros” con trabazón de mandíbulas propia del borracho ¡y soy experta en medidas de etilismo! Lo vi yo y por eso lo cuento.

Fuera de los comunistas, ayudaban a su aislamiento los GAP (Grupo de Amigos Personales), grupo paramilitar que le custodiaba y andaban armados de metralletas en unos autos FIAT azules. La única vez que le divisé, casi me atropellan por salir a toda velocidad del garaje, frente a Morandé 80.

Todos estábamos hasta la coronilla con el desorden, el abuso, el mercado negro y la incertidumbre del futuro, con amenazas de una reforma extraña en la educación que desde el nombre prometía días peores “ENU” (Escuela Nacional Unificada). Asesinaron, entre otros, a un cadete de la Escuela Militar por andar de uniforme, fue un mexicano rápidamente expulsado a su país. Héctor Lacrampettre Calderón era el nombre del cadete, a quien, fuera de su familia, probablemente nadie recuerde.

Fue un tiempo duro y amargo, de un costo humano terrible, con héroes y villanos, el cual, un 80% de las personas deseaba que terminara y recibió con júbilo el 11 de septiembre y quien diga lo contrario es un canalla mentiroso.

La Unidad Popular I, comienzan los problemas

Unidad Popular, así se llamó el conglomerado gobiernista, integrado por comunistas, socialistas y radicales.

Una vez que salió Salvador Allende de presidente, los más informados y con medios, se fueron del país, permitiendo a quienes tenían dinero hacer la pesca milagrosa de grandes propiedades y diversos bienes liquidados a vil precio. Con pena recuerdo que el español don Blas, donde compraba el pan, me ofreció una propiedad en la parte norte de Maitencillo en Eº50.000, lo que luego equivaldría a $5.000, oferta que perdimos por la cautela de mi marido.

Para el cambio de mando hubo grandes festejos como de costumbre. De países comunistas mandaron delegaciones y nunca olvidaré el shock que tuve y el escalofrío premonitorio que sentí ese día al ver parado en la escalinata de la Biblioteca Nacional a un barbón en uniforme verde oliva, con boina y metralleta al brazo, artefacto este que infortunadamente se ha convertido en parte del paisaje urbano pero que en ese tiempo era símbolo de circunstancias terribles así es que no se veían corrientemente… hasta entonces. No soy dada a adjudicarme premoniciones pero cuando lo vi pensé ¿qué nos irá a pasar ahora? Y abracé a mis hijos menores con quienes andaba y eran niñitos.


Once de septiembre de 1973. Caída de Allende


Para quienes tenemos buena memoria, el 11 de septiembre seguirá teniendo especial relevancia y jamás olvidaremos las reales causas que provocaron este terrible quiebre en la vida de tantas personas y todo lo que cuenten para tergiversar la historia vale para los ignorantes y malintencionados que son demasiados.

Allende fue un personaje de gran ambición de protagonismo más que de poder ¡y vaya que lo logró! Por tres veces salió derrotado y cuando logró la presidencia dejó hacer y pasar lo que sus socios comunistas quisieran.

Antes de la elección del democratacristiano Frei Montalva, hubo una elección complementaria y salió por amplia mayoría un diputado de apellido Naranjo lo que hizo que se retirara Julio Durán, candidato de la derecha, para que sus votos pasaran a Frei y así nos vimos obligados a votar por este personaje que a causa de sus ambiciones personales permitió que el socialista Allende fuese ungido, dando base para todo lo que vino después. Toda mi vida me he arrepentido de haber votado por ese tipo.

El cálculo de Frei fue que Allende y su camarilla iban a hacer un gobierno tan desastroso que a la próxima elección se volvía a presentar de candidato y regresaba a gobernar en gloria y majestad. Luego, en la debacle apoyó el pronunciamiento militar y estaba radiante mandando recados a los milicos para encabezar el gobierno pero se quedaron con las ganas y ahora niegan y reniegan de su real apoyo inicial, pero ahí están los documentos indesmentibles y la Historia y la Verdad ya tendrán su hora.

Fiestas Patrias de mediados del siglo XX








Desde siempre recuerdo la celebración del 18, antiguamente con mucho jolgorio y una real integración ciudadana. Por supuesto no faltaban ramadas y juegos populares siendo el palo ensebado, la principal atracción, pues en su remate había un codiciado billete de $10. Había campeones de artimañas para hacerse de aquella mágica suma que tal vez les permitiría comprar algo de carne, una camisa, sintiéndose héroes por un día y con poder para gastar algo en las fondas. Los conocedores dominaban los trucos, no se apresuraban por ser los primeros en competir pues sabían que nadie lo lograría al primer intento y así se aseguraban de tener bastante limpia la base del palo. Cuando ya estaba en su punto atacaban los campeones, previamente bien revolcados en la tierra para tener adherencia y descalzos trepaban como monos. 

Era ordenanza pintar las casas, lo que no acarreaba gasto pues se hacía una lechada de cal con paleta de tuna y las puertas y ventanas se pintaban con azul añil, usado en el lavado para dejar más luciente el blanco. 

Para las señoritas pudientes era casi de rigor estrenar vestidos. Queña Urrutia, una amiga mayor de mi suegra, contaba que a principios del siglo 20, junto con llegar septiembre estrenaban vestido de seda y zapatos blancos. El punto negro de estas fiestas ha sido desde siempre las borracheras con las secuelas que esto trae. Al calor de los tragos se armaban unas peleas espantosas que se resolvían rápidamente a combos y navajazos. 

Tengo muy vívido el recuerdo de haber visto a un hombre a la vera del camino con un ojo en la mano, chorreando sangre mientras lo contemplaba incrédulamente. Ahora están más civilizados, se matan con droga o autos desbocados  en vez de cuchillos, usan revólveres directo a la cabeza. 

No faltaba el desfile. Como no era muy fácil conseguir la banda de la Escuela de Artillería, se echaba mano a lo que había, los boy scouts con sus pitos y tamboriles con un jefe que tenía una corneta, marcaban el compas con todo su juvenil brío. Total casi todos los mayores habían prestado el servicio militar así es que tenían la marcialidad en el ADN. Los escolares limpios y ordenados pues se corría la voz y llegaba alguien con shampoo, jabón, etc.

No había uniformes, las niñas usaban un delantal blanco y los muchachos usaban pantalón corto hasta bien avanzada la pubertad. Desfilaban los huasos, los seis carabineros (no necesitaban estar de servicio pues nadie se desmadraba en ese momento) los taxista, los carabineros jubilados, los tractores y colosos con jovencitos que aprovechaban la ocasión para darle agarrones a las muchachitas.