Hola-hola. Aquí se reporta la ciberbisabuela luego de la expedición-romería a San Francisco de la Huerta de Maule. Al único que le duró el entusiasmo despertado hace un año fue a René que se programó dejando un par de días libres.
Partimos en una micro a San Javier y ahí nos encaramamos en un vetusto dinosaurio que nos llevó ronroneando por cuestas y cerros.
El terremoto de 2010 agotó en forma despiadada a esa zona. Por acá las murallas cayeron hacia afuera pero allá se hundieron los techos disparando tejas y muros hacia el interior. Este tipo de daño permite ver la antigua manera de construir. Los tejados estaban apoyados en zarandas de coligüe y las murallas que no eran de adobe de soga eran de tabique de ramas entretejidas y rellenas con paja y barro. Este tipo de trabajo debe ser del tiempo de los españoles pues en Costa Rica vi unas casas viejas que mostraban sus costillas del mismo tipo. Quecha me informó que este tipo de construcción se llama bahareque.
La pena más grande es que con eta catástrofe, estos pueblos –reliquias que pierden su fisonomía y espíritu pues no hay medios –ni interés- en reconstruirlos manteniendo su estilo, y desgraciadamente veremos proliferar las casucas adocenadas del subsidio y las ventanas de aluminio en las de los “ricos” del pueblo.
Bueno – a lo nuestro- llegamos al final de la misa oficiada por nuestro gigantesco obispo, con el que no hay por donde perderse. Luego empezó la procesión con las cantoras llevadas en un furgón con altavoces. Son bastante mayores pero cantan con ganas con voces muy atipladas. Ya había comentado que son canciones antiguas especialmente dedicadas al santo, con mención a la Huerta y su gente.
Lo impagable es el desfile de huasos ¡qué belleza! ¡qué apostura de hombres! si bien no corresponde a cánones estéticos establecidos, su presencia y galanura les hace bellos. Todos con sus mejores galas, el pelaje de sus caballos serviría para réclame de champú, la tusa recién cortada y la cola desenredada y peinada, y sus aperos, vesturario y chamantos son un goce para los ojos y el espíritu.
Entre tanto caballo andaba una linda mula mulata aparejada con un par de barrilitos, pensé que eran para invocar la bendición, del santo para los viñedos, pero estaba dedicada a menesteres absolutamente terrenos, era la provisión de chicha para las autoridades.
También iba un señor bastante mayor franqueado por dos lindas muchachas (con tipo de nietas, nada pecaminoso) en un muy bien conservado coche liviano tirado por un caballo de color blanco, perfecto. Previsoramente tenía un par de damajuanas de chicha que repartía generoso en unos cachitos como de 10 cm y que por supuesto el tenía que hacer el brindis con otro cachito no tan mínimo.
“La autoridás” había decidido prohibir el paso al galope para “el homenaje” por la precariedad de los muros que aun se mantienen en pie y el golpe de los cascos de tanto caballo podría provocar derrumbes. Primero pasaron muy modositos al tranco y como de costumbre se descubrían al pasar frente a la imagen, llevando sus sombreros al pecho. En esto diviso un tumulto por mediados de la plaza y le dije a René, no me digas que ya empezaron a topear, actividad usual cuanto los tragos llegan bajo el sombrero. Nada de eso, sino que arranca un muchachón a uña de caballo entre los gritos de aliento de la gente a quien defraudaba el incumplimiento de ese ceremonial y de atrás le siguen todos a lo que da la rienda, disparando tierra, pedruscos y bostas para todos lados. Imaginen una carrera tendida entre por lo menos 300 jinetes. Cuando iban tras el santo, los conté y eran más de 400.
Es un espectáculo único y es un privilegio asistir.
Especial mención para la chochera de los papás –vieran la preciosidad de mini huasos- hasta con perneras con flecos! Recordaba a mi hermano Patricio a quien mi padre le hizo confeccionar un perfecto equipo.
No sé si será patriotismo barato o blandura senescente pero no puedo dejar de sentir orgullo cuando veo a los carabineros. Para la fiesta envían refuerzos de otras comisarías y pese a que los dueños de casa son fácilmente identificables por su rosadito de bon vivant, su silueta con más tendencia a la curva que a la recta, todos igualados en el esmero de su presentación personal y actitud deferente. Mayor placer es saber que por estos lados aun actúan por presencia pues se les respeta.
Luego de tanto goce estético y espiritual, había que atender las demandas del cuerpo y salimos a ventear un lugar autóctono que diese garantías de carnes de inocentes lechones y no de carneros que hubiesen andado tras las ovejas con inconfesables intenciones como podría suceder en las ramadas oficiales atendidas por concesionarios profesionales. No falló el olfato, en el patio de una casa, en una inmensa parrilla, rechinaban suculentos trozos de lechón y vacuno para recreo de vista, olfato y paladar.
Resumiendo: asado con ensalada, pan, pebre y una botella de tinto del lugar (no hay que descuidar los flavonoides) $4.000 c/u más $1.000 de propina con que nos granjeamos la emocionada gratitud de Rosita quien nos atendió, quedando conquistada para este otro año si Dios no dispone otra cosa para mí.
Ha sido una hermosa jornada, de costo mínimo ($2.200 en pasajes por c/u), feliz de haberla disfrutado y lamentando no compartirla con más familiares. Regresamos a muy buena hora trayendo hermosos recuerdos perfumados con un leve airecillo de bosta de caballo.
Y así La Huerta de Maule vuelve a su colonial siesta para despertar el 4-X del año próximo donde volverá a lucir tal como lo hace desde más de 150 años.