domingo, 7 de febrero de 2010

Epa y Tinito con los gemelos






No hubo que decirle nada a San Pedro, de lejos vio el fulgor de la flamígera espada de San Miguel Arcángel. Sabia que algo gordo sucedía pues ese lugar recóndito era severamente custodiado y casi nadie lo visitaba. Ahí se guardaban las reliquias antiguas y objetos del corazón como las Tablas de la Ley, el Arca de la Alianza, las Siete Trompetas de Josué y una caja traída por los reyes magos donde la Virgen guarda sus tesoros de mamá: los primeros zapatitos de Jesús Niño, un diente de leche, y alguna camisola.......

Hay una sección de siete sellos donde se guardan unas largas y hermosas trompetas jamás usadas y cuyo destino es en la mente de la Santísima Trinidad. Al ser tan importante esta misión les está encomendada a San Miguel Arcángel, Santiago Apóstol y San Jorge, todos de probadas aptitudes guerreras y armados con espadas de llamas.

Cuando San Pedro se dirigía a averiguar que pasaba, casi le atropellan nuestros amiguitos que venían disparados y volando como con hipo pues aun no se les reponían debidamente las alas de la desplumada sufrida luego de su última tratada. Quien mas podría ser sino ellos metiéndose donde no debían? Decía San Pedro. Mohínos y contritos una vez más hubieron de comparecer frente al Consejo que se miraban consternados sin atinar a darles una penitencia que les hiciera adquirir algo de cordura. Ese día estaba la Virgen presidiendo y mientras los santos pensaban una solución para el  caso número treinta de Tinito y Epa, ella con su voz de agua clara dijo: “debemos darles responsabilidades”. “Res... resp... respooonsabilidades?? dijo San Pedro, llevándose las manos a la cabeza y atropellándose la aureola. – Sí, dijo la Virgen, hemos recibido un pedido de auxilio de los Santos Ángeles Custodios de unos gemelos y creemos que Tinito y Epa lo harán muy bien de reemplazantes mientras los titulares regresan por un tiempito al Cielo.

Les enviaron a la sección de Ornato y Reparación, donde las angelitas -entre sonrisitas de desaprobación y caras mohínas de los afectados-  les terminaron de arreglar las alas para tener un vuelo adecuado a su misión.

Partieron felices y muy dispuestos a cumplir perfectamente. Mas que penitencia parecía premio; cooperarían con los titulares ayudándoles a mantener sanos y salvos a un par de niños encantadores; podrían tener unos deliciosos partidos de fútbol; les podrían sugerir algunas jugadas del Pulpo Galáctico; mantendrían alejado a Oscuro, un personaje indeseable siempre al acecho. En fin, sería una agradable forma de no molestar a San Pedro y no buscarse problemas.

Al momento de ponerse al lado de sus pupilos Peyo y Payo, fueron rodeados por siete muchachos que les perseguían para pegarles por unas pequeñas diferencias de opinión con los gemelos. Por la tarde, ya sabían que no sería muy pacífica su misión. Peyo tenía un ojo en tinta, y Payo un raspón en el codo, pero los matones habían arrancado con su prestigio disminuido. A los gemelos, el fútbol no les interesaba, les gustaba otro deporte que practicaban, con unos trajes que parecían inflados y unos cascos con rejas. Todos partían en estampidas para caer amontonados, sobre los descalabrados Tinito y Epa, que, aunque no sienten dolor, quedaban con sus túnicas y alas en la miseria. Otros días iban a un lugar donde luchaban, pateaban, gritaban y salían disparados por los aires, y ahí debían estar prontos para ponerse de colchón para amortiguar los porrazos de sus protegidos.

Su esperanza era que cuando se fueran a dormir los muchachos tendrían una pausa de volar y vigilar sin pausa ni descanso. Vana ilusión, pues eran sonámbulos, y trepaban árboles y tejados como gatos perseguidos por una jauría. 

De Oscuro nunca se supo, pues su malicia y astucia sabía que más valía mantenerse lejos de ese potente huracán que eran los gemelos. De vez en cuando los afligidos ángeles miraban al Cielo con la esperanza de ver retornar a los titulares. Y así pasaba el tiempo entre carreras,soponcios, y apachurramientos, mientras ellos cumplían fielmente su misión con increíble responsabilidad, tal como dijo la Santísima Virgen.

Llegó el momento en que retornaron los titulares, muy repuestos y arreglados por los de Ornato y Reparación, y ellos pusieron emprender el retorno al Cielo. ¡Ay, el Cielo!, ¡Ir de nube en nube y recostarse en un arrebol!, ¡Jugar con un arco iris, cantarle al Señor, convidarse con el Pulpo a un buen partido de fútbol!, ¡Saber que las plumas resplandecen, las alas tersas, la túnica en su lugar…! No molestar a San Pedro. Pero, ¿saben algo? San Pedro extrañaba el suspenso de los correteos de los pequeños, y pensaba que en algún momento iban a volver a meter su nariz en su portería, con sus buenos propósitos olvidados en el baúl de los recuerdos.

Epa y Tinito juegan al fútbol en el Cielo


Hacía un instante que algo incomodaba a San Pedro.  Esa era la sensación que se siente en el estómago cuando algo no anda bien, ignorándose el motivo. Como sabemos, los instantes celestiales equivalen a dos o tres días, y él cavilaba repasando sus pasos y acciones de esos momentos y más se enredaba pues habían sido días corrientes de arribo de los elegidos para gozar del Cielo. Caso muy raro, hasta nuestros amiguitos Epa y Tinito ni se asomaban a saludar a los recién llagados, ¡CASO MUY RARO!. San Pedro paró tan súbitamente su frenético paseo que sus llaves tintinearon de tal forma que el ángel Ayudante Seleccionador acudió presuroso pensando que sería una grave emergencia, y sí que lo era! Un poco más tranquilo pidió a un ángel mensajero que ubicara a ambos angelitos y los trajese con urgencia a su presencia.
Mucho demoró en la diligencia pues estaban en un lugar bastante remoto. Se veían radiantes de felicidad golpeando con el pie una pelota de nubes, enviándola a las manos de un angelito moreno parado bajo un pequeño arcoíris. Al darles el recado abrieron mucho los ojoso, suspiraron y tomados de la mano con el negrito se presentaron ante San Pedro. – Y este ángel, ¿quién es que no lo conozco? Tinito con un hilo de voz le presentó al Pulpo Galáctico - ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? gritó San Pedro. Y ahí salió la verdad pura y clara. Su nombre real era Joao Guscelinho Pereira Dos Santos Augernho, brasileño – el mejor meta del mundo, a quien en cientos de partidos no le pasaron más de media docena de goles y de ahí su nombre futbolero. El día que llegó al Cielo ellos estaban cerca, lo reconocieron y conversando y conversando le habían entrado inadvertidamente y desde entonces andaban jugando sin notar cómo había pasado el tiempo.
Esta falta era grave y como ese día había consejo de Santos, allá llegó San Pedro con los traviesos. El Pulpo Galáctico no tenía culpa, así que se quedó en la portería charlando de fútbol.
Una vez expuesta la nueva trastada de los angelitos, los santos estuvieron de acuerdo que merecían una severa sanción; ponerles de cabeza en una nube había demostrado no ser efectivo pues se habían dedicado a inventar bailes. Alguien sugirió retirarles la aureola pero San Isidro Labrador dio una mejor idea al recordar que en la tierra cuando una gallina acostumbra a volarse del gallinero se le recortan algunas plumas del ala para desestabilizarlas haciéndolas caer. Rápidamente se les despojó de una buena cantidad de plumas y se les mandó irse.
Ellos pensaron que había sido sencilla la sanción y trataron de alejarse volando y ahí fue el ridículo celestial. Tinito caía de bruces o de espalda y Epa volaba en círculos o de cabeza y así hubieron de resignarse a permanecer muy sentaditos, mirando como el resto de sus compañeros disfrutaba lanzando pelotazos al Pulpo Galáctico quien quedó definitivamente en el cielo lego de regularizar su entrada en el libro de oro de San Pedro, quien dichoso había olvidado esa incómoda sensación de desorden en su armoniosa portería.

Y colorín colorado…