martes, 27 de julio de 2010

Recuerdo que...... Las comunicaciones antes de la TV e Internet

Comienza acá una nueva sección llamada: Recuerdo que.... formada por cosas que voy recordando sin un hilo conductor muy planificado, pero que dan noticias de unos tiempos ya idos con una velocidad vertiginosa, más rápido mientras más años pasan.


Un mundo casi sin crónica roja. A veces se sabía de robos en un gallinero donde los chuzcos ladrones dejaban su aviso destacado “a las dos de la mañana quedó viudo el gallo”. 


En otras ocasiones eran crímenes horribles como el del Chacal de Nahueltoro en que un limítrofe mató primero a la madre (que le había dado pan y cama) y luego a cinco niños “para que no sufrieran huachitos*” fue su explicación. 


De este tipo de informaciones se encargaba la revista Vea que escarbaba por todo Chile para encontrar las noticias más truculentas. Los diarios serios, como  El Mercurio y el Diario Ilustrado, no descendían a esas informaciones.


En un planeta sin TV, sólo la radio nos comunicaba con el mundo y era realmente un canal de cultura, con locutores de exquisita y natural dicción, con conferencistas, o charlistas, como se les llamaba. Desde muy pequeña recuerdo a mi papá sintonizando a un argentino apellidado Soiza Railly. 


Durante la 2ª Guerra, oíamos en onda corta a la Deutshe Welle con las informaciones siempre optimistas de los frentes donde se desangraban millones por ambas partes. Parece que tengo en mis oídos las campanadas con que daban cuenta de la cantidad de barcos hundidos al enemigo. Expectación especial merecían los partes de la campaña de África donde mi héroe –Rommel- era un dios. 


Gracias a la radio adquirí el gusto por la música clásica, sin despreciar tangos ni boleros que al bailar nos permitía una cercanía totalmente vedada para niñas bien y esto sin permitirse un abrazo demasiado estrecho pues siempre había una madre, tía o solterona que con una mirada ponía 10 cm de distancia entre la niña y el varón con arrestos de don Juan. 


En la radio había emisiones de conversación, ayuda social, consejos y comentarios de actualidad que se llamaban “La hora de”; entre las más famosas estaba la de Mariíta Bürhle y Nibaldo Iturriaga. Ella era hija de una pareja de comediantes de buena familia que dieron el feroz campanazo “de dedicarse a saltimbanquis, por Dios niña”. Hay una calle en Vicuña Mackenna que se llama Arturo Burhle. Ella era Elena Puelma. 


Estaba Ramón Prieto con “La hora de las dos horas”, la escuchaba a diario a la hora de la siesta cuando nadie disputaba la radio. El leía obras clásicas y así uno adquiría un poco de cultura, aprendiendo a hablar de una manera más educada y no solamente con los giros propios de la ruralidad circundante.


Muchos años después, viviendo en Santiago, a última hora de la noche, Beco Baytelman, padre de Schlomit, leía pasajes de escritores modernos, los sudamericanos, del realismo mágico y ese tipo y era una buena compañía que a esa hora de absoluta paz y soledad, tenía el poder de llevarme a mundos más amables y acordes con mi ser y sentir.

*Huacho, huachitos= huérfanos

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